Y cuando la demoníaca red se llama ¿Qué pasa?. Te pelotea en la cabeza de un lado a otro de tu hueca histeria repitíendose clon clon clon
miércoles, 29 de abril de 2009
¿Qué pasa?
Y cuando la demoníaca red se llama ¿Qué pasa?. Te pelotea en la cabeza de un lado a otro de tu hueca histeria repitíendose clon clon clon
martes, 31 de marzo de 2009
Monday (365 parallel)
Coque Malla - Berlín
Desvarío: Lunes, lunero: por la noche llovía y me costaba dormir ¿o no era por la lluvia? Tuve sueños extraños. Se me apagó la cámara mientras enfocaba esta foto. Se guardó. Alguién me robó una sonrisa regalándome chocolates. Las clases apacibles, gustosas también. Me daba pereza ir al trabajo, pero sabía que me haría sentir mejor. Estoy empezando a a-marlo. Canción regalo para LordHASH. Lunes, lunero, cascabelero, para toda la vida...
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Automensajes matutinos...
jueves, 24 de julio de 2008
Un silencio...
El silencio, ya se había apoderado de ella aquella noche, y hacía a penas algunas horas aún conservaba aquel brillo en los ojos, aquella alegría en la mirada, transmitía vida y amor, ahora, en su cabeza truenos, oscuridad, la atormentaban, la niebla cubría sus sentimientos y abrumado, su corazón, se perdía; sus lágrimas no podían apagar el fuego que en sus entrañas ardía, la sangre derramada en su lecho, alegría, vida, amor, ahora lo inundaba todo, lo arrasaba, lo destruía, lo quemaba.
Ya no había solución
sólo quedaba el recuerdo
y se había perdido.
Os dejo un beso.
lunes, 7 de julio de 2008
Los niños tocaban el tambor.

la noche empieza a arropar la Sierra Morena
el Navamorquín se sonroja y la luna
le canta y le besa...
niños tocan el tambor.
Observo la escena escondida tras mi ventana y
hoy casi no te pienso... pero aún te siento.
Niños disfrazados y la luna canta
niños bailan y la sierra duerme
yo en mi rincón y las estrellas titilan
él solemne se acerca y ella, divina, le espera.
Niños, juegan eternos
mi villita duerme y mi amor se pierde...
el canto de la luna al son de los niños
se lo llevan las estrellas y muere entre amantes infinitos.
Niños lloran... el Rumblar recoge sus jugos
y mi amor se va
sabia ella no me consuela... él, imperturbable por mil años más,
no me lo devuelve, dejan que muera
lo entierran en su esencia
los astros lo guían y la noche lo envuelve
la luna le canta a la tierra y yo curiosa
observo...
ya no te pienso.
viernes, 27 de junio de 2008
Fantaseando con Ofelia
Agua
jueves, 19 de junio de 2008
De "La elegancia del erizo"
Pues bien cogí el librito y lo abrí en cualquier página, y empecé a leer por cualquier párrafo, cualquier palabra...
Me tomaré la molestia de copiarlo entero -el cachito que leí-, si bien merece la pena compartirlo; ahí os lo dejo:
En lo que a mí respecta, tengo doce años, vivo en la calle Grenelle, número 7, en un piso de ricos. Mis padres son ricos, mi familia es rica y por consiguiente mi hermana y yo somos virtualmente ricas. Papá es diputado, después de haber sido ministro, y sin duda llegará a ser presidente de la Asamblea Nacional y se pimplará la bodega del palacete de Lassay, sede de dicha Asamblea. Mamá... Pues bien, mamá no es lo que se dice precisamente una lumbrera pero tiene cierta cultura. Es doctora en letras. Escribe sus invitaciones para cenar sin faltas de ortografía y se pasa el tiempo dándonos la tabarra con referencias literarias ( “Colombe no te pongas en plan Guermantes”, “Tesoro, eres una auténtica Sanseverina”).
Pese a ello, pose a toda esta suerte y a toda esta riqueza, hace mucho que se que el destino final es la pecera. ¿Qué como lo sé? Pues porque da la casualidad de que soy muy inteligente. Excepcionalmente inteligente, incluso. No tengo más que compararme con los demás niños de mi edad para ver que nos separa un abismo. Como no me apetece mucho llamar la atención, y en una familia en la que la inteligencia se considera un valor supremo a una niña superdotada no la dejarían nunca en paz, en el colegio trato de hacer menos de lo que podría, pero aún así soy la primera en todo. Hay quien podría pensar que resulta fácil pasar por alguien con una inteligencia normal cuando, como yo, a los doce años se tiene el nivel de una universitaria de una facultad de dificultad superior. Pero ¡no, en absoluto! Hay que esforzarse mucho para parecer más tonto de lo que se es. Aunque, en cierta manera, este empeño no salva de morir de aburrimiento: todo el tiempo que no tengo que pasar aprendiendo y comprendiendo, lo empleo en utilizar el estilo, las respuestas, las formas de proceder, las preocupaciones y los pequeños errores de los buenos alumnos normales y corrientes. Leo todo lo que escribe Carmen Boret, la segunda de la clase, en mates, lengua e historia, y así me entero de lo que tengo que hacer: en lengua, una serie de palabras coherentes y correctamente ortografiadas; en mates, la reproducción mecánica de operaciones desprovistas de sentido; y en historia, una sucesión de hechos ligados entre sí por conectores lógicos. Pero incluso si me comparo con los adultos, soy mucho más lista que la mayoría de ellos. Así son las cosas. No me siento especialmente orgullosa porque tampoco es que el mérito sea mío. Pero está claro que yo no pienso terminar en la pecera. He reflexionado mucho antes de tomar esta decisión. Incluso para una persona tan inteligente como yo, con tanta facilidad para los estudios, tan diferente de los demás y tan superior a la mayoría d ella gente, mi vida ya está toda trazada, lo cual es tristísimo, nadie parece haber caído en la de que si la existencia ya es absurda, lograr en ella un éxito brillante no tiene más valor que fracasar por completo. Simplemente es más cómodo. O ni siquiera: creo que la lucidez hace amargo el éxito, mientras que la mediocridad alberga siempre alguna esperanza.
He tomado pues una decisión. Pronto dejaré la infancia y, pese a mi certeza de que la vida es una farsa, no creo que pueda resistir hasta el final. En el fondo, estamos programados para creer en lo que no existe, porque somos seres vivos que no quieren sufrir. Por ello empleamos todas nuestras energías en convencernos de que hay cosas que valen la pena y que por ello la vida tiene sentido. Por muy inteligente que yo sea no sé por cuanto tiempo podré luchar contra esta tendencia biológica. Cuando entre en el mundo de los adultos ¿seré capaz todavía de hacer frente al sentimiento del absurdo? No lo creo. Por eso he tomado una decisión: al final de este curso el día que cumpla 13 años, el próximo 16 de junio, me suicidaré. Pero cuidado, no pienso hacerlo a bombo y platillo como si fuera un acto de valentía y un desafío. De hecho más me vale que nadie sospeche nada. Los adultos tienen con la muerte una relación rayana en la histeria, el hecho adopta proporciones enormes, se comportan como si fuera algo importantísimo cuando en realidad es el acontecimiento más banal del mundo. Por otra parte lo que a mi me importa no es el hecho del suicidio en sí, sino el cómo. Mi vertiente japonesa se inclina evidentemente por el seppuku. Cuando digo mi vertiente japonesa me refiero a mi amor por el Japón. Estoy en octavo y como es obvio, he escogido el japonés como segunda lengua. El profe de japonés tampoco es que sea muy bueno, se come las palabras cuando no habla su idioma y se pasa el tiempo rascándose la coronilla con aire perplejo, pero el libro de texto no está mal y, desde que empezó el curso, he progresado mucho. Tengo la esperanza de que, de aquí a pocos meses, podré leer mis cómics manga preferidos en su edición original. Mamá no entiende que “una niña tan lista como tú” pueda leer manga. Ni siquiera me he tomado la molestia de explicarle que “manga” en japonés significa “tebeo”. Ella cree que me atiborro de subcultura, y yo no hago nada por sacarla de su error. Dentro de unos meses quizás pueda leer a Taniguchi en Japonés. Pero esto nos lleva de nuevo a nuestra cuestión de antes: eso tendría que conseguirlo antes del 16 de junio porque ese día me suicido. Pero nada de seppuku. Sería un gesto cargado de sentimiento y belleza pero... da la casualidad de que... no tengo ninguna gana de sufrir. Más aún, detestaría sufrir; encuentro que cuando se toma la decisión de morir, justamente porque se considera que es algo que es lógico, hay que hacerlo con tiento. Morir ha de ser un paso delicado, un deslizarse suavemente hacia el descanso. ¡Hay gente que suicidaría tirándose por la ventana de un cuarto piso, bebiéndose un vaso de lejía o incluso ahorcándose!¡Es aberrante! Lo encuentro algo obsceno ¿De que sirve morir si no es para no sufrir? Yo, en cambio, he previsto bien mi salida de este mundo: desde hace un año, todos los meses le cojo a mamá un somnífero de los que guarda en su mesilla de noche. Se toma tantos que, de todas maneras, no se daría cuenta si le cogiera uno cada día, pero he decidido ser muy prudente. No hay que dejar ningún cabo suelto cuando se toma una decisión que es harto improbable que nadie comprenda. Uno no imagina la rapidez con la que la gente obstaculiza los proyectos a los que más apego se tiene, en nombre de tonterías del estilo”el sentido de la vida”o “el amor a los hombres”. Ah, y también: “el carácter sagrado de la infancia”.
Así pues, me encamino tranquilamente a la fecha de 16 de junio y no tengo miedo. [...] En los cómics de Taniguchi, los héroes mueren escalando el Everest. Como no tengo ninguna probabilidad de escalar el K2 o las Grandes Jorasses antes del próximo 16 de junio, mi Everest personal es una exigencia intelectual. Me he puesto como objetivo tener el mayor número posible de ideas profundas y apuntarlas en este cuaderno: si nada tiene sentido, al menos que el espíritu se vea forzado a enfrentarse a tal situación, ¿no? Pero como tengo una vertiente japonesa muy acusada, he añadido una obligación más: esta idea profunda ha de expresarse bajo la forma de un pequeño poema a la japonesa: un haikú (tres versos) o un tanka (cinco versos).
Mi haikú preferido es de Basho.
En estas chozas
comen los pescadores
¡gambas y grillos!
¡Esto, de pecera nada, no; esto es poesía, si, señor!
Pero en el mundo en el que vivo hay menos poesía que en una choza de pescador japonesa ...
La Elegancia del erizo
escrito por Muriel Barbery
y editado por Seix Barral
miércoles, 18 de junio de 2008
Cambiar el punto de vista, una mirada.
Pero al final del día porder cambiar el punto de vista:
la brisa secaba al aire los colores ocres
dorados
las primeras tardes del verano
la luna se levantaba coronando el cielo
marcaba el terreno de la noche
mágica que avanzaba
entonces quise pintar
impresiones y con el pincel
marcar los colores
darle vida al linezo en blanco
una mirada
un gesto
una guitarra
domingo, 15 de junio de 2008
Caracol, el gato viajero

Recuerda unos peces de colores en una hermosa pecera de cristal, como antigua. Una pecera preciosa que aún conserva y que evocaba mundos de fantasías acuáticas. Metieron dentro de la pecera muchas piedras de colores y otras de cristal azul que parecían gotas de océano, y también le recordaban a las cuentas de un collar mágico que una vez tuvo en un sueño. Para que los peces de colores se sintieran como en casa les pusieron caracolas de mar, para que pudieran tener sus escondites y jugar. Uno de los peces era un suicida y saltaba fuera... por las mañanas cuando faltaba lo buscaban con desesperación por el salón y lo devolvían al agua, hasta que un día nunca apareció. A Ada le da vergüenza admitir que realmente el tacto de los peces le desagradaba y que le costaba mucho tocarlos con las manos, viscosos y frágiles, y que siempre lo pasaba mal cuando iban a limpiar la pecera, por temor a dañarlos. Sufría. Los peces acabaron muriendo y al final que ya no estuvieran fue una alivio, pero siempre sentiría culpa, además de una especie de temor a que el fantasma del pez desaparecido saliera de dentro de una de las caracolas en las que había quedado atrapado, según ella, y siempre que pasaba cerca de esta se sentía acosada por su presencia, como una mala vibración kármica. Nadie creyó nunca que el pez desaparecido no hubiera realmente desaparecido, pero algún tiempo después algún hecho que ella no recuerda con claridad confirmó su teoría. Eso cree pero no es capaz de afirmar si esa confirmación fue compartida por alguien más que el pez y ella misma.
Algunos de sus amigos tuvieron conejos y otros animalitos, como pollitos teñidos de colores. Ahora los considera un atracción monstruosa: pollitos rosas, naranjas, azules... En su día no supo mantener una relación sana con los animalitos de sus amigos y un escalofrió, como de nerviosismo extraño, recorría su cuerpo cada vez que sostenía en sus manos el cuerpo caliente de, digamos, un pequeño conejo, y sentía el ligero latir de su diminuto corazón, le entraba pánico de pensar en un movimiento rápido de la criatura, un movimiento que ella no hubiera calculado. Nada más pensarlo, antes de rozar el peludo cuerpo, ya sentía ganas de soltarlo y correr. Temía hacerle daño, y sentía también algo de vergüenza.
Ada tuvo otro gato, era un gato negro y simpático. Tenía la cola partida en dos, truncada, como si fueran dos pequeñas ramas, parecían cuernos, y le puso de nombre Caracol. A Caracol le cantaba aquella canción que decía: Caracol-col-col, saca los cuernos al sol, que tu padre y tu madre, ya los sacó... Siempre le ha molestado pensar que no se acuerda bien de la canción, por lo de la falta de concordancia sintáctica, pero imagina que serían cosas de chicos para consolarse. Se sentaba con su gato negro en las escaleras da la puerta de su casa y le cantaba, jugaba con un globo. Caracol era un gato medio salvaje porque vivía entre la casa y el patio y la leñera de la casa. Cazaba, y jugaba con Ada. Cuando volvieron de vacaciones un verano ya no estaba. Le contaron alguna historia amable y, pasado un tiempo, más gatos fueron a vivir entre el patio y la leñera. Le contaron que eran los hijos y los nietos de Caracol. Ada siempre esperó que Caracol volviera, y durante mucho tiempo lo buscaba cuando veía un gato negro en cualquier sitio, le habría sido muy fácil reconocerlo, por la cola, y le habría cantado Caracol-col-col, saca los cuernos al sol, que tu padre y tu madre, ya los sacó... Echaba de menos a Caracol, pero le enorgullecía haber tenido un gato viajero. De mayor Ada quiere tener un gato negro y viajar.
lunes, 2 de junio de 2008
¿Quién no se identifica?

Sólo lo deletrearé, porque su simple sonido ya me desagrada, cuanto más la idea que desata el significante:
O - P - O - S - I - C - I -O - N - E - S
Sssshhhhhhhhh......!! Ni la pronuncien!!
domingo, 25 de mayo de 2008
September 23th 2007
y el tiempo se para
y la luz hace eterno el momento
y la tarde se queda grabada
en la retina el momento de la despedida